Desde hace unos años, el verano es el momento en el que más cerca de mi cuerpo me siento. Y es que, en realidad, en verano es cuando más en contacto con mi cuerpo estoy.
Duermo desnuda cada noche y cualquier leve roce va directo a la piel, sin ropa, sin intermediarios.
La luz de la mañana me despierta creando valles y montañas y haciendo de mi cuerpo un nuevo paisaje por descubrir.
Me reencuentro en los espejos de casa repleta de piel llena de historia vivida y de más historia por vivir…
En verano es muy poca la ropa que cubre mi cuerpo, que lo tapa, guarda o esconde…
Siempre que lo veo encuentro cosas que me incomodan porque no son como se supone que deberían ser, pero aún así, si les dedico unos minutos de observación sin juicios, incluso en ellas puedo llegar a ver belleza.
La belleza que va más allá de la forma, el tamaño o la textura.
La belleza dada por el simple hecho de existir, de tener vida, de sentir.
En verano, mi cuerpo es presencia, es el anclaje que me mantiene en tierra, es estar aquí y ahora, pero también es poder viajar más adentro, en el mágico mundo del tacto.
Como cuando duermes con las ventanas abiertas y se cuela una brisa fresquita que te acaricia la piel y te hace sonreír de placer.
O cuando te bañas en el mar y el agua se abraza a ti, y te mece, y luego la sal dibuja caminos a su antojo.
O cuando despiertas por la mañana y las sábanas han trazado mapas con tesoros escondidos por encontrar.
Creo que damos demasiado por hecho nuestro cuerpo, igual que damos por hecho las mayoría de cosas que han estado siempre en nuestra vida.
Es como cuando vives en la misma ciudad donde has nacido, donde llevas toda la vida, y has pasado tantas veces por las mismas calles que das por hecho que son así, que deben ser así, y pasas por ellas sin mirarlas siquiera. Y es cuando viene alguien de fuera que jamás ha pisado esas calles a fascinarse y enamorarse de ellas cuando empiezas a verlas, y es esa persona la que te enseña rincones por los que has pasado mil veces pero que ni habías visto jamás, porque dabas por hecho en lugar de observar.
Damos por hecho nuestro cuerpo con esa misma desgana que paseamos por nuestra ciudad mientras anhelamos viajar y mudarnos a otro lugar.
Damos por hecho nuestro cuerpo sin saber apreciar lo increíblemente flipante que es y todo lo que, gracias a él, podemos hacer y sentir.
Y queremos vernos bonitas, pero a través de los ojos de otras personas que sepan ver lo bonito que nosotras creemos que ni existe.
Y buscamos sentir a través de las caricias de otras personas, como si las nuestras propias no fueran igual de válidas o agradables.
Me gusta mi cuerpo, y en verano más, por tenerlo más presente en cada momento.
Y me da miedo mostrarlo o decir que me gusta y que lo disfruto por lo que los demás puedan pensar, o más bien, porque siempre hay quien lo sexualiza y no suele cortarse un pelo en hacértelo saber.
Pero hoy te cuento que me gusta mi cuerpo, en verano más, porque lo veo más, lo siento más, lo toco más y soy más consciente del puto milagro que es simplemente por existir.
En verano tengo a mi cuerpo más presente, pero lo que está mucho menos presente son los horarios y las agendas, así que, aunque mi intención es seguir mandándote cartas, es muy posible que ahora lleguen cuando no las esperes. Puede que así te sorprendan más.
PD1: si te resuena lo que lees, me encantará saberlo. Puedes comentar en esta misma publicación desde Substack, responder desde el mail o escribirme en Instagram. Te leo.
PD2: (recordatorio amistoso) está feo opinar sobre el cuerpo de otra persona si esa persona no te ha pedido tu opinión, incluso si tú crees que estás halagando a esa persona.
PD3: deja de dar por hecho tu cuerpo, deja de dar por hecho estar viva. Eres un puto milagro. Vívete.
Gracias por estar.
Te abrazo.
Lydia.
Hace un par de horas miré a ver si a las 11:11h había llegado algo, pero no. Y ahora resulta que me encuentro con esto. Que alegría. Yo soy enemigo acérrimo de compromisos periódicos, y me parece genial que nos sorprendas cuando te venga en gana. Faltaría más, eres la única propietaria de tus pensamientos, sensaciones y sentimientos, y les darás rienda suelta cuando creas que es el momento.
Es estupendo comprobar que has vuelto como te fuiste, contenta, ilusionada, animada, ..... Que pena no saber manejar y utilizar las palabras para enviarte una contestación que esté a tu altura, pero seguro que Francesco lo hará, y me adheriré una a una a todas sus palabras., jajajaja. Un abrazo.
Gracias igualmente a ti Lydia por estar, por ser, por dejarnos ver esta parte íntima tuya, gracias por el abrazo desde luego.
Un texto precioso, muy sincero, muy íntimo, y muy muy certero.
Un abrazo